Paul Schrader es uno de los autores más singulares de la generación que se hizo con las riendas del cine estadounidense en la década de los setenta. Educado en una estricta familia calvinista, su aproximación al séptimo arte fue tan tardía como compulsiva.
Después de ejercer como crítico y ensayista, se convirtió en uno de los mejores guionistas contemporáneos, labor en la que sobresalen sus colaboraciones con Martin Scorsese.
Aunque menos conocida por el gran público, su obra como director está marcada por la coherencia, las alusiones cinéfilas y un espíritu muy sincero que se percibe en obras como American Gigolo, Mishima, Posibilidad de escape o Aflicción. Obsesionado con temas como la culpa y la redención, su estilo supone un permanente intento por representar lo trascendente mediante la imagen cinematográfica.